Opinión: Mucho más que un pañuelo

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Por Ana Alegre. – Imagen ilustrativa: Ángeles Germano. –

El jueves 14 de enero de este año se produjo un hito en la lucha de mujeres que selló un pacto feminista con la época y con la historia. En horas de la tarde, Alberto Fernández promulgó la Ley 27.610 por el aborto legal en la Casa Rosada. La normativa entró en vigor. Acto seguido en una gran parte de la sociedad la gran pregunta: ¿qué sigue para los feminismos? Posta, no es joda, se lo preguntan.

Y acá estamos, donde estuvimos siempre respondiendo y respondiéndonos, desde hace cientos de años. Hace poco fuimos dos millones en las calles de todo el país, con un despliegue organizativo sin precedentes en términos de que nosotras no somos una empresa de eventos, sino personas que luchamos por la ampliación de derechos. Estamos en casas, clubes, partidos, cooperativas, comedores, escuelas, universidades, en los diarios, los canales de televisión, hospitales públicos, clínicas privadas, estamos en rondas de amigues y familia, empresas, en una primera salida con un pibe, en largas historias de amor, estamos con nuestros hijos e hijas, estamos en sindicatos, gobiernos, hogares, radios e institutos.

La experiencia urgente de la pandemia viene dejando en evidencia nuestras redes; grandes y densas, alianzas entre sectores del Estado y el activismo territorial, nuevas referencias para hacer frente a los problemas diarios: el plato de comida, la vivienda, la violencia machista, femicidios, el acceso a la salud, necesidad de un aborto, cuidados, distribución de la riquezas, educación, seguridad y modelo de producción. 

En medio de una crisis económica y sanitaria mundial por la emergencia del Covid-19, mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries trabajamos codo a codo más que nunca para mantenernos vivas y con derechos. Ahora, la pregunta es la del principio con la que empecé este texto, una pregunta a simple vista sencilla ¿cómo hacer feminismo hoy después de la marea verde? 

Sigo ¿cómo hacerlo crecer? ¿cómo hacer para que la teoría feminista se expanda más allá de las fronteras académicas, derribe la violencia y los prejuicios machistas y llegue a todxs? ¿Podemos construir nuevas formas de querernos con otrxs y de habitar? ¿Pueden convivir todos esos mundos posibles? ¿Quién se opone a abrir el juego a que otrxs también se nombren? ¿Cuáles son los límites de la sororidad? ¿Se puede convivir y crecer en este movimiento que tiene también desacuerdos, tensiones y disputas? “En nuestro espacio hay pañuelos verdes y también pañuelos celestes, y tenemos que aceptarlo”, dijo Cristina Fernández de Kirchner y habló también de la necesidad de que los partidos se actualicen para incorporar los feminismos. ¿Hay contradicción ahí? ¿O hay una visión clara de construir transversalidad con miras a un objetivo superador?

Muchas, muchos, muches, venimos trabajando en el tema y nos preguntamos cotidianamente cómo hacer para que las ideas del feminismo, tan liberadoras y tan sensatas, sean vistas por encima de los prejuicios que se han construido a su alrededor y sean apropiadas por más personas; porque bien sabemos que el feminismo es un punto de partida y a la vez un lugar incómodo que nos obliga a desandar certezas más que a salvarnos. Quizás por eso se genera tanta demagogia a nuestro alrededor, porque ponemos en tensión grandes estructuras y discusiones que van desde el amor hasta lo que votamos, porque reconocemos que el sujeto político de hoy son las ofelitas, las de 16, 18 y 25 años, la masa crítica, las que cambian la cabeza de madres y padres; porque tenemos una potencia política a desarrollar, pero no solo para el enriquecimiento de las arcas partidarias, sino también para construir un espacio más amplio y con mayor capacidad de incidencia, que se inserte en las estructuras y las transforme.

Nuestras reivindicaciones feministas llevaron a miles de personas a las vigilias por la ley de IVE pero también a exigir la implementación efectiva de la ESI en las escuelas para detectar abusos sexuales infantiles y evitar embarazos adolescentes o niñas madres, a combatir el desfinanciamiento público en universidades y escuelas, el retrocesos en materia de derechos para personas con discapacidad, a discutir sobre las tierras, las lógicas de cuidado y el ecocidio. 

Los debates contemporáneos me parecen claves sobre nuestro movimiento hoy. En esos pañuelos que se atan en puños, en mochilas que se agitan, en cada lucha, en cada #, en cada actividad virtual organizada, en cada marcha en defensa de los derechos humanos, en cada acción, en cada cartel y cuerpo pintado, en 140 caracteres de militancia; ahí se tensan al unísono nuestras agendas que tienen un amplio reclamo contra un espectro de opresiones. Decir que lo personal es político significa decir eso justamente, que nuestras experiencias personales y nuestra vida privada no son vivencias aisladas sino parte de un sistema político que queremos que se transforme. 

El aborto legal, seguro y gratuito es una batalla primordial que nos tocó librar pero no la única que nos define. En el proceso que se dio durante el 2020 en Entre Ríos, de la mano de la Vicegobernadora Laura Stratta con la Red para la Igualdad para obtener la Ley de Paridad Integral, quedó en evidencia  la alianza táctica con otras fuerzas, incluidxs dirigentes de Cambiemos y otros espacios políticos y demostró que nuestro movimiento tiene la experiencia de tejer lazos estratégicos para ganar ciertas batallas. Pero también quedó en claro que sabemos conformar alianzas que no estallen al día siguiente sino que permitan mirar por encima del hombro de los egos para lograr objetivos. 

En resumidas cuentas en los últimos años demostramos que sabemos escucharnos, sabemos que nuestra verdad se construye colectiva y horizontalmente en el debate entre las diferencias, y eso fundamentalmente nos distingue de la narrativa machista de discurso único de la política.

Estamos en ésta, no se nos terminó el libreto en el senado. Estamos construyendo desde la emotividad, interpeladas por la retórica de la épica y la mística, del sentirnos parte de la historia, de la transformación. Buscamos enfáticamente llenar de contenido esa ebullición de la que somos parte y tenemos un gran desafío: trasladar la acumulación de la fuerza de nuestro movimiento en los dispositivos reales y concretos de poder que hoy producen la vida social, y para esto, la intervención de nuestras agendas en los partidos es indispensable como llave de acceso para transformar situaciones concretas desde la política pública.

Necesitamos articular demandas que excedan las que específicamente atañen a mujeres y disidencias, el feminismo no es una agenda de género es un movimiento político. No somos un asunto sectorial, somos un tablero de juego, una forma de vida y un proyecto universal. Entonces es también una consigna para los hombres, siendo nosotras las protagonistas de una lucha emancipatoria con la que ganamos todos, todas y todes. 

Para cambiarlo todo, tenemos que ser todes. No se puede retroceder. No hay forma de ir para atrás ni de reducir nuestras agendas. Hay que avanzar más fuerte que nunca.

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