La idea de prohibir las exportaciones de alimentos para abaratar su precio interno es tan vieja como equivocada. El razonamiento es que prohibiendo la exportación se aumenta la oferta interna y, entonces, con mayor oferta, baja el precio. Esta es la lógica que se impuso en la reciente prohibición de exportación de carne.
En el tema de la carne, la otra equivocación es pensar que una posible salida sea exportar cortes caros y destinar al mercado interno cortes populares. Esta aparentemente brillante idea sale del expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica. En el 2005, Mujica era Ministro de Ganadería en Uruguay por el Frente Amplio y ante una suba fuerte en el precio de la carne les hizo esta propuesta a los frigoríficos: que exporten cortes caros y manden al mercado interno cortes populares (falda, falda parrillera y asado). Esto se conoce como “el asado del Pepe”. No fue una política. Fue una acción puntual.
Luego intentó repetirla en el 2011 cuando era Presidente. Pero “el asado del Pepe” quedó en el olvido. En Uruguay, porque en Argentina muchos creen –incluso dentro del Gobierno– que este es el modelo ganadero uruguayo.
El modelo ganadero uruguayo es mucho más sofisticado que “el asado del Pepe” e ilustra con mucha claridad por qué son equivocadas las ideas de que prohibir las exportaciones para abaratar el precio y “el asado del Pepe”.
El motor de las exportaciones de carnes en Uruguay es la modernización de la cadena de producción desde el campo hasta el consumidor extranjero con estándares de calidad internacional y sistemas de trazabilidad para garantizar la calidad. Esto les permite entrar a exigentes mercados como el asiático y EE.UU. con carnes de alto valor agregado, es decir, carnes premium.
La carne que se exporta es un producto premium. Prohibir su exportación implica que el mercado interno va a tener carne premium la cual, por ser una carne de alto valor agregado, por la tecnología incorporada, es una carne de alto precio. Es decir, lejos de ser un producto de consumo popular. La prohibición de exportación hará que la gente de altos ingresos pueda comer carne de exportación (pagando alto precio), pero no darle carne al pueblo.
En el mismo sentido, dado el proceso de agregación de valor desde el campo mismo hace que Premium sea la vaca entera, no algunos cortes. En una vaca de exportación, hasta el asado es de exportación. Por eso, tampoco tiene asidero la idea de “el asado del Pepe” porque una vaca premium no tiene cortes populares, tiene todos cortes caros (hay que aclarar que Mujica entendió esto hace 10 años y en Argentina, todavía no).
Lo que los uruguayos hicieron cuando el precio interno de la carne se les fue a las nubes, que ocurrió en el 2019, fue importar cortes populares a bajo precio desde Brasil y Paraguay. De esta forma mantuvieron las exportaciones y bajaron el precio interno de la carne.
Para tener una idea concreta de este proceso, en el 2019 –cuando explotó el precio interno de la carne– multiplicaron por 6 las importaciones de carne respecto del 2017 y en el 2020 mantuvieron ese nivel de importaciones. El precio de la carne, en 2020, tuvo una deflación de -4%. La carne importada pasó a representar el 13% del consumo interno.
Uruguay marca el camino de la ganadería del Siglo XXI. Esto no es ni prohibición de exportaciones, ni “el asado del Pepe”. Es modernización de la cadena de producción con multiplicación del comercio exterior, lo cual implica más exportaciones y más importaciones, a la vez.
La institucionalidad ganadera de Uruguay es la más aleccionadora para Argentina. Ellos tienen un Instituto Nacional de Carnes (INAC). Pero no para regular el precio de la carne ni las exportaciones como se propone en Argentina con el regreso de las arcaicas Juntas Nacionales de hace casi 100 años atrás. El INAC uruguayo es un consorcio público-privado que trabaja activamente en la transferencia de know-how a los productores, en la gestión del sistema de trazabilidad de la calidad y en la apertura de mercados externos.
Este es el camino que tiene que seguir Argentina no sólo con la ganadería sino con todos sus productos agroindustriales.
Fuente (El economista)