El electorado entrerriano
Entre Ríos se caracteriza por ser una provincia cuyo electorado no presenta una marcada identificación mayoritaria con un partido o frente político como sucede quizás en otras provincias. Sin ir más lejos tenemos un ejemplo en el reciente 2019 donde sucedieron 2 elecciones, unas provinciales y las otras nacionales. En el mismo año ganó un signo político y luego otro. Desde el regreso de la democracia hasta el 2003 hubo alternancia entre peronistas y radicales. Muchos podrán decir que lo que importa ahora no son los partidos, sino las personas, y en gran medida puede ser que estén en lo cierto, pero no es todo tan sencillo, ni absoluto, hay más factores que también importan.
El electorado entrerriano tiene sus núcleos duros históricos, hay una buena parte de Entre Ríos que es peronista, otra radical, y otra menor pero muchas veces decisiva que está ahí en “el medio”. El PRO, un partido que podría decirse “nuevo”, que por sí solo nunca fue significante en Entre Ríos (en 2011 en su última presentación en elecciones provinciales donde fue solo sacó el 2,48%), pero al que sí hay que reconocer que se potenció en su alianza con los radicales a quienes condujeron políticamente desde el 2015 al 2019 mediante la victoria de Macri en la nación. De todas maneras pese al poder que amasaron, no se vio reflejado en un gran crecimiento desde lo partidario, ya que en las últimas elecciones internas del PRO participaron menos de 2000 afiliados, algo que marca la pequeña estructura si se lo compara con el Partido Justicialista o la Unión Cívica Radical.
Analizando el pasado reciente, el caso de Bordet en 2019 y su histórico 58%, la apabullante victoria se condice con la unidad del peronismo entrerriano, donde no quedó facción interna sin sumarse, más el plus de que fue un candidato que supo conquistar a la mayoría de ese electorado del medio. Luego en el mismo año, si vamos a las nacionales de octubre del 2019, luego de una victoria previa en las PASO del Frente de Todos, el mismo electorado que en Junio había elegido a Bordet, o sea al peronismo provincial, viró su voto dando una mayoría (muy escasa pero mayoría al fin) a Juntos por el Cambio en lo nacional.
Fuera de todo análisis de porqué sucedió esto último, sí podemos observar a las claras que hay un voto que podría llamarse de cierta manera “independiente”, “del medio”, “variable” y muy oscilante, que ronda entre el 10% y el 15% que es muy significativo en la provincia, y que es el que podría decirse, el que te permite ganar las elecciones.
Con miras al 2023, pasado, presente y futuro.
Con miras a 2023, lo que abarca este 2021 también, a este análisis electoral hay que sumarle que en 2 años se cumplen 20 años continuados de peronismo en el gobierno provincial, lo cual no significa que los entrerrianos son peronistas en su mayoría, sino más bien que han habido gestiones que fueron en su momento valoradas positivamente de manera mayoritaria, o estos han sido más inteligentes a la hora de poner sus cartas electorales en juego que sus adversarios. Hay varias cosas que no se pueden obviar ni negar, la importancia de los candidatos, es decir las personas, hoy más que nunca juegan un rol clave, y por supuesto las campañas, los mensajes, y el humor del electorado.
20 años lógicamente provocan un desgaste para cualquier partido gobernante, en el mejor de los casos si son buenas gestiones la gente para bien se acostumbra y pide más, ya no es tan sencillo satisfacer las necesidades, o en el peor la ciudadanía ya no tiene margen para esperar o entender de soluciones que no llegan y buscan un cambio. Esto visiblemente desde la oposición, específicamente desde Juntos por el Cambio lo han advertido y cada vez lo utilizan más discursivamente, hablan de la necesidad de un cambio de signo político en la conducción de los destinos de la provincia para salir adelante, transformar la realidad, mejorar, etc. Pero lo cierto es que el contexto pandémico y los 4 años previos del gobierno nacional (de Juntos por el Cambio) fueron de retroceso y un lastre para todas las provincias incluida Entre Ríos, y estos contextos hacen de terreno fértil para sembrar y profundizar ese desgaste.
Entrado este 2021 se comienzan a vislumbrar mensajes hacia el electorado, y el que se ve que ya está de campaña sin dudas es Frigerio, quien viene hablando de temas transversales (valence issues), que no generan división en el electorado, como que hay que disminuir la pobreza, de la importancia de la educación, habla de ciertos valores como el trabajo, se muestra como alguien que está preocupado por los problemas de la gente y cercano a ella, habla de sentido común y dice que no le interesan las discusiones con sus pares, aunque fiel a su estilo medido dispara de todas maneras sus críticas.
En cambio desde el oficialismo nacional y provincial al no haber indicios de candidatos aún, y teniendo la responsabilidad de gestionar en pandemia, lo poco que se ha podido vislumbrar es un ataque a la figura de Frigerio (a modo de defensa por declaraciones previas de este mismo acerca de la pobreza en ciudades entrerrianas entre otras cosas), donde se buscó asociarlo a Macri y a su fracaso por ser un importante ministro del mismo y responsable del incremento de esa pobreza también. Algo que a decir verdad es válido exponer, pero que al fin de cuentas si el discurso se orienta sólo en ese sentido y se va a un extremo, podría no ser muy productivo al observar las últimas elecciones en Entre Ríos donde Macri ganó, y que pese a su paupérrima gestión, en la provincia la mayoría del voto independiente frente a las opciones de Alberto – Cristina / Macri – Pichetto, fueron para este último.
Es de esperarse que si un frente electoral a nivel nacional, como el FdT, que perdió previamente en la provincia sin atravesar la complicada situación de gestionar en Pandemia, si repite su estrategia de acentuar la beligerancia discursiva, tirarse para un extremo e ir contra alguien, en vez de buscar otro tipo de mensaje para el electorado, repita su derrota. Esto último tiene asidero en base a la experiencia de lo que sucedió en 2019, cuando en la primera etapa de la campaña propiamente en las PASO existió mayor presencia un Alberto Fernández moderado, logró una victoria en Entre Ríos de 45%(FdT) a 36%(JxC) (redondeando), y que luego del abultado triunfo, cuando “llevó su discurso a un extremo” terminó perdiendo en las generales por casi nada, 44,5%(JxC) a 44,32%(FdT), y esto no solamente sucedió en Entre Ríos, sino también se invirtieron los resultados en más provincias como Mendoza, San Luis, Santa Fe.
Lamentablemente mucho de lo que sucede en CABA y la provincia de Buenos Aires, marca en cierto sentido las campañas a nivel nacional, pero los resultados de polarizaciones extremas, que sí quizás pueden ser redituables en esos territorios, no quiere decir que en el resto sea así. Y a esto puntualmente debería sumarse una de las experiencias más cercanas, las nacionales del 2017 en Entre Ríos, donde quedó evidenciado más que nunca que la nacionalización de las elecciones son una ola que difícilmente se pueda frenar, y mucho de lo que se plantea en Buenos Aires, es lo que baja a las provincias, dejando un escaso margen de maniobra.
La situación que atravesamos, el humor social, el daño que ha producido psicológicamente y físicamente la pandemia, hace que esta primera etapa de la campaña de las próximas elecciones sean muy particulares por diversos factores, está claro que van a ser unas elecciones distintas a cualquier otra. Donde el electorado en general, pero particularmente el del medio, oscilante, no fanatizado, hoy no está tan de humor para tener que ir a votar por alguien, para soportar discusiones políticas intrascendentes acerca de quién tiene más o menos culpas, porque la realidad que atañe a una gran mayoría es de dolor, riesgo, incertidumbre, y buscan encontrar en sus representantes soluciones inmediatas a lo cotidiano, y no discusiones acerca de quien es mas bueno, malo, o responsable de los males. Por lo que se puede apreciar respecto al ritmo que viene trayendo, es esperable que la campaña de vacunación para septiembre esté muy avanzada y el clima comience a mejorar en lo que respecta volver a una cierta normalidad pre pandemia. Para noviembre ya con el verano entrante si no llegase previamente una tercera ola, podría suponerse un humor social mucho más amigable.
Cristina pidió dejar fuera de la disputa política, la pandemia y las vacunas, y fue apoyada en ese pedido luego, ni más ni menos que por el Ministro de Salud de CABA (rivales políticos), atención, un detalle no menor, rivales pero ambos en gestión. Esto habla un poco de que los líderes en gestión están percibiendo que no es negocio entrar en una guerra discursiva al menos por ahora, porque seguramente terminen perdiendo capital político, ya que en este contexto el electorado necesita que le marquen un camino de esperanza cercano, de certidumbre, sin tantas chicanas y discusiones que poco entiende el ciudadano común, un plan creíble y que sea fundamentalmente basado en hechos. Y aquí el oficialismo cuenta con una leve ventaja, es el que está gobernando y el único que tiene a mano la posibilidad de brindar soluciones, dar respuestas y generar un plan, si lo hace y las comunica sin cometer tantos errores, tiene chances de mantenerse y crecer a futuro en su base electoral, si no brinda soluciones, las comunica mal o sigue cometiendo errores no forzados, no estaría yendo a buen puerto.