El PIB del cuarto trimestre crece un 0,4%, según el INE, pero la mejoría es insuficiente para compensar el daño provocado por la pandemia
La pandemia de la covid-19 ha asestado un golpe a la actividad de dimensiones desconocidas en tiempos recientes. En 2020, la economía cayó un 11%, el mayor desplome registrado en 85 años. Habría que remontarse al inicio de la Guerra Civil para encontrar un batacazo mayor. En euros, la caída de la producción asciende a unos 130.000 millones, casi el equivalente a lo que cuestan las pensiones en un año. Esa ha sido hasta ahora la factura económica del coronavirus, un peaje que según organismos como el FMI o el Banco de España se tardará al menos tres años en recobrar. España ha vuelto a padecer una recesión cuando todavía no han cicatrizado las heridas de la crisis financiera anterior. Y aunque el PIB muestra una mayor resistencia a las restricciones, la recuperación pierde algo de brío en el cuarto trimestre.
En la serie del INE que arranca en 1970 no hay ni por asomo nada igual. La mayor caída anual registrada es la de 2009, cuando el producto interior bruto retrocedió un 3,8%. Según los cálculos del historiador económico Leandro Prados de la Escosura, en 1936 la economía se hundió un 26,8% por la Guerra Civil. En 1868, el derrumbe fue del 13,3% por el estallido de una burbuja de inversiones ferroviarias y las malas cosechas. En 1896, la actividad se desplomó un 10% en plena escalada de la Guerra de Cuba. En 1945, la Segunda Guerra Mundial y la Autarquía infligieron un varapalo al PIB del 8,1%. La crisis del 29 provocó en España una pérdida del 4,9% en 1930. Y la Gran Depresión de 1873 causó una contracción del 8,9%. “En los últimos 170 años solo en la Guerra Civil y en 1868 se han dado caídas superiores”, señala Prados de la Escosura.
Por dar una idea de la magnitud del golpe, en los seis años de crisis financiera, entre 2008 y 2013, se esfumaron 9,1 puntos porcentuales de PIB. En la recesión de 1993 tras los Juegos Olímpicos y la Expo, un 1,1%.
De entre todos los países de la OCDE, España ha sido con el Reino Unido el que más ha sufrido las consecuencias económicas de tratar de frenar el virus. Las razones han sido harto mencionadas: un confinamiento más largo y duro en la primera oleada. Un tejido productivo muy dependiente de servicios como la hostelería o el turismo, que requieren más interacción social. La mayor abundancia de pymes, que aguantan peor los vaivenes. Y la elevada proporción de empleos temporales, cuyos contratos se rescinden con más facilidad en cuanto hay turbulencias. También una posición fiscal muy deteriorada que ha hecho que el Gobierno no se atreva a dar ayudas directas más allá de los ERTE.
Como recuerda el economista Miguel Ángel García, la anterior crisis financiera ocurrió porque se generaron unos desequilibrios de competitividad, deuda privada, excesos en la construcción y, al final, déficit público que había que ajustar. Era imposible hacer los ERTE porque había una parte de las empresas y el empleo ligado a la burbuja inmobiliaria que iba a desaparecer. Esta vez es una crisis exógena con un impacto muy desigual, que se ha cebado con sectores como el turismo que en principio deberían recobrarse una vez se restablezca la normalidad. No tienen problemas de competitividad o excesos que purgar. Se trata más bien de una contracción histórica por las medidas tomadas para detener el virus. Con tal de evitar su propagación se ha prohibido producir, dar servicios y, por tanto, consumir.
Aunque el descalabro del PIB ha sido brutal, el hundimiento de las rentas no ha sido tan fuerte. Los ingresos de las familias solo han caído menos de la mitad de lo que baja el PIB gracias al colchón de los ERTE. Y esa buena noticia ha ocurrido a costa de la deuda pública, algo que deja a la economía española expuesta a futuros problemas si no se corrige más adelante, tal y como han recordado el FMI, el Banco de España o la Autoridad Fiscal. Otra cuestión es si, como alertan estos organismos, la duración de la pandemia acabará provocando daños más permanentes en forma de quiebras, una mayor deuda empresarial, menos inversión y, por ende, empleo.
El INE señala que el gasto de los hogares se hunde un 8,4% interanual. La inversión, un 14,3%. Las exportaciones, un 20,6%. Y las importaciones, un 14,1%. Solo el consumo de las Administraciones Públicas se dispara con un avance del 7%, un incremento récord. Por sectores, únicamente crece la agricultura con un fortísimo 8,7%; la banca, con un 5,4%, y la Administración Pública, educación y sanidad, con un 3,3%. La industria pierde un 4,3%; la construcción, un 18,2%, y los servicios, un 9,8%. Dentro de estos últimos, el desplome que ha definido esta crisis es el del comercio, transporte y hostelería: un 20,4%. Y figuran como las más perjudicadas de todas las actividades artísticas y recreativas, con una caída del 31,5%. Las actividades profesionales y científicas ceden un 12,9%. “Sin los servicios públicos y la agricultura, la caída del sector privado sería del 14% anual”, apunta María Jesús Fernández, analista de Funcas.
Pierde fuelle la recuperación
En cuanto al comportamiento de la economía en el cuarto trimestre, la noticia positiva es que sorprendentemente la recuperación continúa a pesar de las restricciones. El PIB trimestral crece un 0,4% y se evita la recaída que sufren por ejemplo Francia o Italia, quizás por unas restricciones más parciales a diferencia del primer confinamiento. Y porque aunque una parte de la economía permanece hibernada, el resto se ha adaptado y consigue funcionar reduciendo la movilidad. Además, como señala María Jesús Fernández, sin el consumo público la actividad habría retrocedido un 0,5% en lugar del avance del 0,4%.
No obstante, la lectura más negativa del dato de crecimiento trimestral es que pierde fuelle el fuerte ritmo de recuperación iniciado en el trimestre anterior. “Las exportaciones de turismo vuelven a desplomarse entre octubre y diciembre hasta niveles cercanos al confinamiento”, destaca María Jesús Fernández. Y a la luz de las mayores restricciones impuestas con el comienzo del año, parece que entre enero y marzo podría estancarse o incluso retroceder algo.
Al cierre de 2020 todavía queda mucho por recuperar para volver a las cotas de producción prepandemia: un 9,1%, lo mismo que se perdió en los seis años de crisis financiera de 2008. Dicho esto, como explica Pedro Antonio Merino, economista jefe de Repsol, “la renta de los hogares apenas cae a diciembre de 2020 y va acompañada de un elevado ahorro que si mejora la confianza podría traducirse en consumo y acelerar la recuperación”. El INE recuerda que estos datos han sido elaborados con grandes dificultades y que pueden revisarse cuando haya más información disponible.