La desinformación, el Kremlin y el voto latino

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Matías Enríquez
Licenciado en Comunicación Periodística. (*)

Los votantes estadounidenses acudirán a las urnas el próximo 5 de noviembre, en las primeras elecciones presidenciales desde el auge de la Inteligencia Artificial generativa. Desde la manipulación de la voz de algunos precandidatos en las elecciones primarias hasta los recientes dardos cruzados por la aplicación CBP One (una app de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU que permite solicitar asilo en diferentes puntos de la frontera con México) y teniendo en cuenta el fuerte discurso antimigración y la influencia de países extranjeros en la construcción de relatos, estas elecciones serán un verdadero desafío para aquellos investigadores y periodistas que combaten la desinformación.

La inteligencia artificial generativa ha llegado para trastocar definitivamente las campañas electorales desde el punto de vista cuantitativo amplificando los mensajes de gran manera y también dotando dichos contenidos de una persuasión muy efectiva, beneficiándose de los avances tecnológicos y el fácil acceso a las herramientas.

Las deepfakes no solo implican, como se ha comprobado en las primarias de New Hampshire, la manipulación de audios sino también la construcción de imágenes y videos generados por IA que son realmente difíciles de verificar.

El voto latino está siendo en estas elecciones blanco de muchas campañas de desinformación. La creciente cantidad de votantes –se estiman que este año hay más de 36 millones de latinos con derecho a voto, cuatro millones más que las pasadas elecciones– transforman a los latinos en la minoría más grande del país con una trascendencia total debido a su impacto en estados cruciales como Florida, Arizona, Georgia y Nevada. Esta enorme cantidad de votantes no presentan todos las mismas problemáticas y se erigen como una minoría sumamente heterogénea, escenario que los arquitectos detrás de las campañas ya han tomado nota.

En ese sentido, no sorprende la puntillosa microsegmentación que se hace tratando de construir relatos y diferentes narrativas en función del público al que se esté dirigiendo el mensaje. Esos mensajes minuciosos que buscan persuadir a los latinos, reafirmando sus sesgos, atacando al otro Partido y fomentando la polarización también tienen su contraparte en la enorme desinformación que se ha visto por estos días en torno a dicha población. “En esta elección, se ha pintado a los inmigrantes como los responsables de todos los males que tiene Estados Unidos (…) y muchas veces los acusan de ser los verdaderos culpables de ejecutar el fraude electoral” sostuvo la directora general de Chequeado, Laura Zommer, en la reciente Cumbre Global de Desinformación que se realizó el mes pasado y que organizan la Sociedad Interamericana de Prensa, el Proyecto Desconfío y la Fundación para el Periodismo.

Acusados de todos los males y, en caso de un resultado adverso, responsables del fraude: no parece ser un mensaje muy amigable para con ellos.

Respecto a la influencia extranjera, particularmente la rusa, la cosa tampoco parece ser mucho más sencilla.

Esa polarización que comentamos recientemente es música para los oídos de Vladimir Putin y el Kremlin, como si se tratara del Concierto para Piano N°1 del mismísimo Piotr Chaikovski. En la mencionada Cumbre, fue el docente en Relaciones Internacionales de la Florida International University, Erich de la Fuente, quien afirmó que “las campañas de desinformación rusas tienen varios objetivos, entre ellos, el crear divisiones en la población norteamericana porque mientras más polarización hay es más fácil incrementar narrativas a favor del Kremlin y erosionar la confianza en las instituciones y la democracia”.

Sobre esto último, agregó: “Cuando Biden ya no compite y se subió a Kamala Harris para ser la candidata de los demócratas, la red de medios rusos empezaron a sembrar dudas sobre el tipo de democracia que hay en Estados Unidos”.

La influencia de la IA Generativa será motivo de análisis en las próximas elecciones norteamericanas –una vez que culminen las mismas– porque erosionan la confianza de modo que ya no sabemos si creer o no en todo lo que vemos y consumimos.

La desinformación sigue siendo uno de los problemas más importantes de las democracias occidentales y las próximas elecciones del 5 de noviembre, fundamentales por su condicionamiento sobre el tablero internacional, será otro caso testigo (tristemente) de ello.

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