Las internas políticas son el plato principal del menú del momento en las principales fuerzas políticas de nuestro país, la segmentación social y sus nuevas maneras de representación (coaliciones) en un ámbito tan mediatizado como el político generan tanto una campaña permanente, como una interna permanente. El mayor problema lo tienen las coaliciones que gobiernan.
Ante la fragilidad que atraviesa el gobierno nacional puertas adentro, es quizás oportuno masticar soluciones a problemas recurrentes. Latinoamérica, donde reinan los presidencialismos a diferencia de Europa donde los gobiernos parlamentarios son más comunes, se encuentra en una difícil encrucijada debido a que en la actualidad es muy difícil llegar al poder sin la previa conformación de coaliciones electorales, y el modelo presidencialista choca con el espíritu coalicional a la hora de gobernar.
Si las coaliciones están conformadas por socios fuertes además del presidente electo, el presidencialismo se vuelve la madre de todos los problemas a la hora de gobernar, y ni que hablar si como en el caso de Argentina, es la vice quien ungió como candidato al presidente, y quién aportó la mayor cuota electoral para la victoria de la coalición. Creerse dueño del poder cuando no se lo cultiva, ni se lo ve reflejado en la opinión pública puede ser un grave error.
Para que un gobierno de coalición funcione es condición necesaria la existencia de un líder fuerte que conduzca indiscutiblemente a sus socios, y sino es el caso, que se propicien los consensos y acuerdos de gobernabilidad necesarios entre los principales líderes, para ello son claves el diálogo y el debate. En la gestión anterior, Mauricio Macri, ante un radicalismo anestesiado logró imponerse como un líder indiscutible, esto le permitió conducir de manera “amena” su gobierno de coalición, pese a sus pésimos resultados. Hoy la realidad ha cambiado, y en la principal oposición se evidencia un agite constante y feroz. La facilidad de no tener que conducir el gobierno, la pandemia, ni desactivar las bombas económicas que dejaron, le ha permitido a Juntos la formalización de mesas políticas nacionales y provinciales para contener esta ebullición constante que traen los nuevos tiempos democráticos, y pese a las fuertes internas e interbloques, se muestran bastantes cohesionados frente a la sociedad.
Luego de más de dos años de gobierno, ante el hostigamiento que se desata en el interior del Frente de Todos, vale la pena plantear si no es hora de que se ensaye una actualización en las formas de ejercer el poder en la coalición gobernante, es decir esbozar al menos un principio de “institucionalización” y de esta manera que se logre una evolución en la búsqueda de consensos en cuestiones claves para el desarrollo del país. Quizás así podría evitarse la sensación de improvisación de algunas medidas, y lo fundamental, que primero sean discutidas puertas adentro y no mediáticamente cuando la sangre ya llega al río, lo que genera un desgaste y pone en una situación incómoda al presidente en cada decisión que toma y afronta.
Puede pasar como en toda coalición, que existan diferencias, y es indiscutible que el que tiene la última palabra es quien preside, eso no quita que un espacio de debate interno con reglas claras, y donde los gobernadores tengan mayor participación, pueda ser nutritivo y contenedor de las diferentes voces en el oficialismo. En el peor de los casos intentarlo y que fracase es poco probable que signifique un mayor nivel de tensión que el actual, dado que por lo que se percibe ya se han alcanzado los límites.
La distribución actual del Frente de Todos en la gestión es un tema que también debería revisarse, quedó claro que las discusiones no resueltas y la falta de un liderazgo claro (algo que eventualmente puede suceder y sucede) paralizan estructuras y eso es inconcebible desde lo institucional.
Es necesario comprender que las coaliciones no solamente deben ser vistas como un “matrimonio de conveniencia” o como un “frente anti-X”, sino verdaderamente, como un proyecto político plural, coherente y cohesionado que trata de fusionar y llevar adelante las mejores propuestas de cada integrante, generando la confianza necesaria para poder conducir los destinos de un país, y que en nuestro caso, tiene mucho que ver con ganarle la batalla a la inflación y construir una economía más sólida. Esto aplica tanto para la gestión, como en lo electoral, un matrimonio que se hace fuertes desplantes y que parece que está a punto de divorciarse constantemente no genera confianza, la cual es clave para tener aspiraciones a la hora de ganar una elección.
Matías Micheloud – Director de Pulso Consultores y Asociados.